15 de marzo de 2015

P e r s e v e r a n c i a

Y he tardado tanto tiempo en darme cuenta que ahora mismo lo que siento por dentro no es ni pena ni rabia. Las claves del éxito están claras, pero para conseguirlo hay que tener todas y cada una de ellas, pues son las llaves de una puerta vieja, grande y muy pesada, que sino abres todas y cada una de las cerraduras y empujas fuerte, no lograrás abrir ni en veinticinco intentos. La llave del esfuerzo, la llave de la constancia, la llave del sacrificio y la llave que más pasa desapercibida, la más pequeña de todas pero que a su vez resulta ser la más difícil de conseguir y también la más delicada, la de la confianza.
Es importante conseguir el llavero con todas y cada una de ellas, importante por no decir imprescindible, y si una no acaba de encajar, será que no hemos hecho uso de la más apropiada.
Cuando consigues las tres primeras claves, cuando eres y estás por y para ello, cuando sabes cuales son tus prioridades y disfrutas llevándolas a cabo, has de pararte a pensar si realmente lo estás haciendo bien. Si tienes todo lo que necesitas para crecer. Sin confianza, motivación, si no te crees capaz de hacerlo, jamás lo lograrás. Es un hecho. Hay personas que pueden llegar a sus metas sin apenas esfuerzo, pero siempre con y gracias a la confianza.
Es difícil verse caer una y otra, y otra, y otra y otra vez, pero más duro es no saber por qué. Ahora, que has tenido tiempo a pensar, ahora que se ven mejor las cosas desde fuera, ahora que ya es tarde, es cuando tienes el por qué, y de regalo una sensación de mierda. He perdido el tiempo, está claro, pero no por haberme caído una y otra y otra y otra vez, sino porque no hice uso de todas las llaves que debía, porque no supe ver qué fallaba a tiempo, porque no me fijé en lo que más importaba.
Aún así, agradecer sin duda alguna a todo aquel que en casi todo momento pudo dejarme ver la pequeña y escurridiza llave que nunca pude hacer mía.

Próximo objetivo, todas las llaves al llavero. Abrir todas las puertas de par en par. Y quién sabe, quizás volver a enfrentarse con aquella vieja puerta, una vez más.

La hormiguita no se hizo amiga de la cigarra porque la cigarra cantaba mal, no porque no pensasen igual.

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