13 de marzo de 2016

Felichidad contemporánea

Es comprensible que, en los tiempos que corren, olvidemos qué es realmente lo mejor de nuestras vidas. Comprensible aunque no justificable. A veces se vuelve hiriente e incluso insultante.
Abrumados por lo que hay que hacer, se nos cierran los ojos y no nos da tiempo a soñar. Levántate, haz y ya, toma felicidad.
Pero, nunca te has sentado en el suelo de tu habitación, ni has cantado en el ascensor y se han reído tus vecinos. Nunca te has tirado boca arriba en la calle, y seguramente tampoco te has sentido patético y feliz al mismo tiempo. Se te olvida dónde hay que dar los besos para que sean especiales, y cómo, y a quién. Puedes contar las veces que has reído hasta sentir que no podías más, y tienes que medir el tiempo que empleas en absolutamente todo. Ya no ves pelis de noche entre semana, no te acuerdas de la última canción buena que escuchaste y que no te impuso la radio; se te ha olvidado lo mal que te sienta el gris.
Prefieres madrugar y ver el sol desde una ventana, que ver la luna crecer y amanecer con el sol, ojeras y café. No juegas, porque ya no sabes. No mezclas, porque piensas que no saldrá bien, pero no eres consciente de que para que sea una buena mezcla, tiene que salir mal. No te arriesgas, y por eso siempre pierdes, te sabes las reglas, pero no sabes saltártelas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario