Que me río yo de los lunes y sus despertadores,
de los inviernos y sus heladas,
de la rutina y su monotonía.
Si quiere amanecer temprano, que amanezca,
que reinen las ojeras bajo los ojos
y los cafés oscuros.
Será que no temo el tedio,
que no me da miedo el horario,
y me declaro amante fugaz del aburrimiento.
Pues es que, borraría las semanas,
qué más dará el día que marquen
si siempre es buen momento,
para aprender y enseñar
a usar las veinticuatro horas del día
y no a dejarlas correr.
Que vivir es, entonces,
cansarse de soñar
y de estar despierto,
al mismo tiempo.
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